Nace el 8 de mayo de 1925 en Ocotlán de Morelos, Oaxaca, México; muere el 30 de enero de 2001, en la Ciudad de Oaxaca. A los 23 años decide trasladarse a la ciudad de México y ahí inscribirse en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos. Imparte clases de dibujo en la Preparatoria No. 5 donde pinta un mural. Organiza una posada (1965) en la casa de su amiga la escultora Geles Cabrera, y realiza la decoración de esta fiesta mexicana con collages, técnica que comenzaba a experimentar. Al ver Geles estos trabajos le propone el intercambio de una escultura por un collage. Este gesto es el inicio de Rodolfo Morales, ya que, como él contaba, le dio mayor seguridad en sí mismo y lo inicia en el deseo de dedicar su tiempo completamente a la pintura.
Desde su primera exposición en 1975 en “La Casa de las Campanas” (Cuernavaca, Morelos) es reconocido como uno de los grandes pintores de México. El famoso artista plástico Rufino Tamayo dijo entonces de Morales: “... este nuevo pintor a quien me complazco de presentar a los amantes de la pintura, es a no dudarlo, ese soplo de aire limpio que nos ha de devolver nuestra alegría de vivir...” “Su pintura, como es fácil comprobar, no está hecha tan solo con la mente, sino principalmente con el corazón.”Una gran colección de antigüedades eran “su mundo entero,” con ellas adornaba su pequeño departamento en la Ciudad de México y con este único equipaje regresa a Ocotlán, su pueblo natal, realizando así en 1985 su gran deseo. Decide habitar en su casona del siglo XVII, ubicada en el centro; “donde si cabía todo lo que yo tenía y quería”, decía sonriendo.
Esta misma casa comienza a ser un lugar de encuentro para recibir a los amigos y también a estudiantes de Ocotlán y lugares aledaños. Esta casa inicia el sueño de Rodolfo: la Fundación Cultural que lleva su nombre. En ella los jóvenes comienzan a tener clases de computación, torneos de ajedrez, a escuchar a los grandes maestros de la música clásica con conciertos de la Orquesta Sinfónica de Oaxaca, se presentan diferentes duetos y solistas nacionales e internacionales; se abre la biblioteca y Rodolfo invita a diversos artistas plásticos para compartir experiencias con ellos. Morales construye un pequeño teatro al aire libre en el patio trasero de la casa; goza haciendo realidad esta gran creatividad, tanto en su producción artística como en el transformar en acto sus palabras: “dar a mi pueblo”. Y en este mismo pueblo se empiezan a “poner bonitos” la iglesia, el atrio, el exconvento.
Cada detalle de la restauración era revisado día a día por él mismo; así comienza también a experimentar su otra “gran pasión”: la Arquitectura. Y con el deseo de restituir el orgullo de cada lugar, la dignidad de toda una tradición, llega a más rinconcitos del Valle de Ocotlán, como a los templos de Santa Ana Zegache, San Pedro Taviche, San Baltazar Chichicapan, San Felipe Apóstol y San Jacinto y Magdalena Ocotlán, entre otros. En el corazón de la ciudad de Oaxaca rehabilita con gran entusiasmo la casona que alberga desde entonces a la Galería Arte de Oaxaca.
La obra de Rodolfo Morales está dentro de grandes colecciones públicas y privadas en diversas partes del mundo. Su última serie titulada “Mercados”, donde en cilindros de gran formato muestra el ir y venir de mujeres vestidas de novias, la vida cotidiana saboreada en puestos llenos de flores e ilusiones; montañas, valles y cantos, ha sido exhibida en Sudáfrica, Alemania y Hungría entre otros paises.
Su obra mural se encuentra plasmada en la estación del metro Bellas Artes en la Ciudad de México, donde expresa, de manera muy personal “La visión de Francia en México”. La alegoría de las fiestas populares se exhibe en el salón de pinturas del Palacio de Gobierno de Oaxaca. En el Hotel Royal Pedregal de la Ciudad de México los huéspedes se envuelven en los recuerdos de dos murales cóncavos. Y Ocotlán tiene la historia de México ilustrada en las paredes del Palacio Municipal.
Rodolfo está en el corazón de los oaxaqueños, de los mexicanos y de todo aquel que descubre México a través de sus pinturas. Su obra es para siempre, como para siempre es su tradición oaxaqueña, mexicana, universal.
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